Fantasmas, brujas, âangeles, vampiros... A pesar de todas las apariencias de modernidad, los seres que acostumbramos llamar imaginarios no mueren por completo, como si nuestros temores mâas grandes y nuestros mâas ardosos deseos sâolo entrasen en receso, guardados en un sâotano junto a cachivaches inservibles, hasta que un accidente, una casualidad o fuerzas oscuras los convocan.