En el mercado global, los países exportadores abaratan sus precios a expensas de la vejación, mientras que los importadores destruyen puestos fronteras adentro. Así, la explotación laboral, las leyes violadas, los Estados cómplices, las grandes multinacionales y el régimen económico imperante se combinan de formas diversas en este retrato de época, que se parece tanto a tantas otras. "La historia, al final de cuentas, siempre es elíptica. Los chinos que hoy se suicidan alienados tras ensamblar teléfonos móviles son iguales a los millones que siglos atrás murieron al construir la Gran Muralla. Y en el otro lado del globo, los muertos que pelearon en el siglo XIX por la jornada máxima, si se los mira bien, se parecen bastante a los que en el siglo XXI reclaman su derecho a un salario mínimo. Alzan las mismas voces. Tienen los mismos padecimientos."