Unos de los imperativos secretos del marxismo revolucionario fue la convicción de que aburrirse es una forma de militancia prometedora. Otro tanto puede decirse del marxismo académico con sus tediosas invitaciones a pensar, a interpelar o construir espacios de diálogo; en una palabra, a ser virtuosos. En uno y otro caso, los marxistas se sintieron llamados a ser los paladines de la ciencia y los promulgadores de la conciencia total, denunciando a la religión y las drogas, al Papa y al porro, como los responsables de postergar el socialismo. Finalmente, luego de un siglo y medio de panfletos y manifiestos colmados de explicaciones, no entendemos casi nada. Este libro, si está a la altura de las expectativas del autor, expone la obra de Marx honrando la literatura, la metáfora y la ironía, cuando no el insulto, como vehículos fundamentales del saber.